viernes, 20 de junio de 2014

¡Cuento del día!

Tecito de lágrimas de dragón
Alberto Pez


AAATCHÍS!! AAATCHÍS!! El abuelo de Manu tenía un resfrío incurable… a menos que tomara un tecito de lágrimas de dragón.
—Conseguirlas es cosa difícil pero no imposible -le había dicho a Manu la bruja Maizena.
—Levántese el viernes por la mañana y practique cara de enojado frente al espejo del baño.
—Báñese, vístase, péinese, tome la leche, salga al patio y señale al cielo con una espada de madera (de cajón de manzana) untada en manteca… recite la fórmula mágica:
“SINSALAMINPICADOFINOHABRACABRAS” y espere a que baje el dragón.
—Entonces le apunta a la nariz y lo mira con la cara de enojado que practicó en el baño.
—Después, lo obliga a escuchar una historia muy triste para que llore, y ya está…
—Junta las lágrimas en un balde… y le da tecitos a su abuelo. Eso es todo, deme dos pesos por la consulta.
Maizena era la bruja más respetada del lugar, por lo que Manu pagó gustoso los dos pesitos.
Manu hizo tal como le había dicho Maizena. Hacía un poquito de frío. Nubes gordas como almohadas flotaban en el aire. En las horas siguientes, pasaron volando: un tucán antipático de la India, tres aviones, un golfista pelirrojo de Escocia… y un cartel de propaganda con la modelo más linda del universo. Pero nada de dragones.
Manu ya estaba pensando en buscar a la bruja Maizena para darle otro uso a la espada, cuando de repente apareció.
— ¡Me encanta que me amenacen con esas tonterías! -le dijo a Manu el dragón más feo que jamás haya visto. A ver niñito (rugió con aliento de chimenea), cuénteme esas historias tan tristes que seguramente tiene preparadas, pero le adviento que si empiezan a aburrirme, le voy a tirar una bocanada de fuego tan grande que va a quedar como un pollo a la parilla.
Sin perder tiempo, Manu siguió los consejos de la bruja y empezó a contar las trágicas historias de la familia del gordo Benito, que habían conmocionado a todo el vecindario.
De cuando el gordo Benito le partió la patineta a Tomy.
De cuando el hermano del gordo Benito le aplastó la bicicleta a Nati.
De cuando el padre del gordo Benito le pasó por encima a Gatti.
Y de cuando el abuelo del gordo Benito, vestido de Papá Noel, le rompió las chimeneas a todo el barrio.
El dragón se agarraba la panza y rebotaba de aquí para allá como una pelota de risa.
— ¡Qué historias tan tontas! ¡UHO JUO JOH JOH JOH!
— ¡Qué bruja tan inútil! ¡JAH JUA JARAJAJA!
— ¡Qué niño tan ingenuo! ¡JEH JEH JEREJEJE! -decía y se retorcía de las carcajadas.
El pobre Manu se sintió avergonzado. Nunca antes se habían reído en su cara de esa manera y menos un dragón. Pensaba que todo había salido mal y ya estaba por irse…
Cuando se dio cuenta de que el bicho lloraba por el ataque de risa…
— ¡Lágrimas! Maravilloso. ¿Serán iguales a las lágrimas de pena?
— ¿Y si en lugar de curarse del resfrío el abuelo se convierte en hombre lobo? ¿Y encima de los estornudos hay que aguantarlo aullando los viernes de luna llena?
Sin embargo, no había tiempo para dudas. Manu tomó una decisión.
Rápidamente llenó el balde y corrió de vuelta a su casa, donde lo esperaba el abuelo entre ATCHIS Y ATCHUS.
El resultado fue excelente. Veinte tecitos de lágrimas de dragón y la alegría de saber que Manu había hecho todo lo posible por sanarlo sirvieron para curarse del resfrío.
Y volvió el abuelo por las noches a contar historias de piratas y aventuras de guerreros del espacio y cuentos de ogros comeniños. Y a preparar el chocolate por la mañana. Y por la tarde a jugar ajedrez en la plaza.
Ahora está muy bien, pero con un solo problemita; cuando bosteza tira fuego por la boca.

Y llena todo con olor a bigote quemado.

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